19/10/2011
El último capricho que el cuadro de la Copa del Mundo de Rugby nos ha proporcionado es que se repita la final de 1987. Hace 24 años, en el primer Mundial, organizado por Nueva Zelanda, Les Bleus de Francia se vieron las caras con los todopoderosos All Blacks. Este fin de semana veremos ese mismo enfrentamiento en el último partido de la competición.
Francia vs. Nueva Zelanda
Cada doce años Francia llega a la final. En el año 1987 lo hizo tras una excepcional victoria contra Australia gracias a un ensayo del mítico Serge Blanco en el último minuto del partido. En la edición de 1999 la sorpresa fue aún mayor. Derrotaron a Nueva Zelanda en el mejor partido de la historia de los mundiales después de remontar una diferencia de catorce puntos. Estas dos victorias ejemplifican como ninguna el concepto de french flair, la combinación perfecta entre intensidad física e inspiración con el balón en los momentos más inesperados que caracteriza al rugby francés. En esta ocasión volverán a luchar por la victoria después de batir a Gales, aunque esta vez de manera mucho menos brillante.
En un partido feo, Les Bleus se vieron dominados por una selección galesa que disputó tres cuartas partes del mismo con un jugador menos. La expulsión de Warburton provocó una gran controversia, pero lo cierto es que el capitán cometió un error y fue castigado por ello. Los franceses se limitaron a patear para ganar territorio y a defender, con una excelente actuación de sus terceras Dusatoir, Bonnaire y Harinordoquy. A pesar de su inferioridad numérica, los Dragones fueron superiores, marcaron el único ensayo del partido en una gran jugada individual de su medio melé Phillips y pudieron ganar el partido perfectamente si hubieran estado más acertados en los tiros a palos. La prensa fue muy crítica con el juego desarrollado por Francia y muchos expertos tildaron de inmerecido su pase a la final.
El día después del partido asistimos a un nuevo episodio de la problemática entre el seleccionador francés Liévremont y sus jugadores. Al conocer que algunos de ellos habían desoído sus ordenes y salieron a festejar la victoria les llamó “niños malcriados”. Según sus palabras lo que trataba era de evitar que repitieran el error que él y sus compañeros cometieron doce años antes cuando, tras eliminar a los All Blacks, celebraron el éxito durante cuatro días y no llegaron al partido decisivo en las mejores condiciones. Dos días después se arrepintió de lo manifestado pero el hecho cierto es que las relaciones entre el seleccionador y los jugadores distan mucho de ser ideales.
Por el contrario, la victoria de Nueva Zelanda sobre Australia fue incontestable. Los anfitriones sometieron a sus rivales a una implacable presión que los Wallabies no pudieron contrarrestar. Con la intensidad y el deseo con el que compitieron los neozelandeses son prácticamente imbatibles. En realidad es difícil destacar a alguien en el equipo vencedor. Fue excepcional el papel de la primera línea local, que supo atacar la manifiesta debilidad de los australianos en las melés; el partido del capitán McCaw que ganó su duelo ante el aspirante a su trono de mejor 7 del mundo, Pocock; la seguridad en los balones altos de Jane y Dagg y la exhibición física del segunda línea Thorn que se retirará al final de la competición.
Los del hemisferio sur serían unos justos ganadores del torneo. Han sido los primeros del ranking durante los cuatro últimos años. Han ganado con solvencia todos los partidos que han jugado en la competición hasta el momento. Y la historia ha sido de cierta manera injusta con ellos, puesto que únicamente han sido capaces de vencer en un mundial, disputado en casa hace veinticuatro años, a pesar de ser indudablemente el mejor equipo del mundo (aunque cualquier sudafricano tendría mucho que decir sobre esto).
Claves del partido:
- La concentración con la que Francia inicia el partido. Si los neozelandeses se ponen pronto arriba en el marcador tendrán mucho ganado.
- La lucha de las terceras líneas en el juego abierto. Dusatoir, Bonnaire y Harinordoquy contra Kaino, McCaw y Read.
- La intensidad defensiva francesa. Tendrán que mejorar en los placajes respecto a lo visto hasta ahora si quieren detener las diagonales de los tres cuartos all blacks.
- La disciplina de ambos conjuntos. Los franceses son más certeros en los tiros a palos.
La prensa de Nueva Zelanda da por hecha la victoria porque no consideran que Francia tenga el nivel para plantar cara a su selección. Sin embargo los franceses son capaces de lo mejor y lo peor. Pueden ser horribles, como demostraron en la fase de grupos o contra Gales. Pero la historia dice que siempre juegan un partido soberbio en cada edición de la Copa del Mundo. Los aficionados y periodistas kiwis deberían saberlo mejor que nadie después de sus experiencias en los años 1999 y 2007. Deberían saber cómo en ambas ocasiones fueron vencidos en los partidos que no se podían perder contra el rival al que tendrán que enfrentarse en la final. Así que, a pesar del claro favoritismo para los anfitriones, un consejo: no subestimen a los impredecibles Bleus, su partido extraordinario en este Mundial quizá esté por llegar.
BBA Universidad de Cantabria
Carleton University Business Program
Colaborador MotivaGoal