Se
presentó a la Eurocopa de 1996 como uno de uno de los combinados más débiles y acabó como la gran
sensación. Contra todo pronóstico, superó a rivales más potentes (sobre el papel) y se plantó en la final, donde rozó el título ante Alemania. Solo este privó de la gloria a la República Checa, que, entonces, solo llevaba tres años y medio como país independiente, tras la disolución de Checoslovaquia (el 1 de enero de 1993 se dividió en dos naciones: República Checa y Eslovaquia).
Por lo tanto, para la República Checa, estar en un torneo internacional ya era un logro absoluto. Además, al caer en el grupo
de la muerte (con Alemania, Italia y Rusia) su papel se presentaba, en teoría,
residual. Por otro lado, no había referencias del potencial de este plantel joven que jugaba, casi todo, en la liga checa. Pero Pavel
Nedved, Karel Poborsky y Patrik Berger, los tres jugadores de mayor nivel, mostraron a Inglaterra y a Europa el talento del emergente fútbol checo.
Los nervios del debut y Alemania
En el debut ante la potente Alemania, no se sospechaba lo que la República Checa haría. Alemania le superó 2-0 en en el mítico estadio de Old
Trafford, en Manchester. Los
checos jugaron agarrotados, pagaron los nervios del estreno y no exhibieron su verdadero potencial. Dusah Uhrin,
el seleccionador, lo detectó y rebajó la tensión a los jugadores. Funcionó a la
perfección, tal y como se comprobó en el siguiente partido ante Italia, que venía de ser la subcampeona del Mundial de 1994.
Primera sorpresa ante Italia y clasificación ante Rusia
Italia se vio superada por una sorprendente República Checa, que dio la primera de sus campanadas. Nedved y Bejbl dieron un triunfo clave, que permitió ir con todo
a la última jornada ante Rusia en Anfield. Un encuentro que fue una montaña
rusa de emociones. En los primeros minutos, Suchoparek y Kuka adelantaron a los
de Uhrin. Pero Rusia remontó y de que manera: a cinco minutos del final ganaba
3-2. Todo parecía perdido, hasta que Smicer puso el 3-3 y dio la clasificación
en el 88. El pase a cuartos, con rivales tan duros, fue una hazaña. De ahí la estampa final de jugadores tendidos sobre
el verde de Anfield, llorando de emoción. No sabían que iban a superarlo. Y con creces.
Un golazo de Poborsky eliminó a Portugal y dio el pase a semifinales
Después llegaron las
eliminatorias. Primero, cuartos de final. El rival, Portugal. El combinado luso contaba con un
conjunto reconocible liderado por Luis Figo y Rui Costa. La República Checa les
sorprendió con un golazo de vaselina de Poborsky, que superó a Vitor Baia, el
meta luso. Poborsky, de hecho, fue el mejor jugador checo del torneo (el de más
nivel era Nedved, como se vio en los años posteriores en la Juventus, sobre todo) y dio la clasificación
a semifinales ante el asombro de Europa.
Kouba llevó a la final a la República Checa
En las semifinales tocaba Francia. Aimé Jacquet, el técnico francés, presentó un once con Zidane, Djorkaeff,
Desailly, Thuram, Blanc…, la base que se proclamó campeona del Mundo en 1998. Sin embargo, la República Checa maniató a Zidane y Djorkaeff. Francia, pese a dominar, no estuvo cómoda y el partido acabó sin goles en los 90 minutos y la prórroga. Se decidió en los penaltis y Kouba, el portero checo, fue el héroe: debutvo el lanzamiento decisivo a Pedrós y dio el pase a la final. Increíble pero cierto: el combinado que celebraba estar en una Eurocopa, en la final. Los checos, mientras tanto, eufóricos, llenaron las calles de sus ciudades. Praga, Brno, Olomouc, Pilsen.., todos los puntos del
país, derramaron litros y litros de cerveza en honor de sus héroes.
Final cruel para la gran triunfadora
Así, hazaña tras hazaña, la
República Checa se plantó en final. Y, de nuevo, Alemania. Todo acabaría donde había empezado. No obstante, en esta ocasión, la República Checa no fue la selección tímida del debut y sí la que superó a Italia, Portugal y Francia. Berger, de
penalti, en el minuto 59, adelantó a la República Checa. El título estaba más cerca, pero, en esta ocasión,
Alemania fue demasiado. Bierhoff salió desde el banquillo y decidió con dos goles que le dieron el título a la maanschaft. El último, un gol de oro (consistía en que el que marcaba primero
en la prórroga ganaba), que acabó de un plumazo con el sueño checo. Un final cruel para la gran triunfadora de ese torneo. La desolación por la derrota se transformó después en alegría a la vuelta a la República Checa. Los jugadores fueron recibidos como si hubieran ganado el título. En realidad, lo que hicieron valió más que eso.
Tras la Eurocopa, fichajes por los grandes clubes
Su magnífico papel permitió a buena parte de la plantilla salir del fútbol checo y desembocar en las
principales ligas de Europa. Poborsky pasó del Slavia de Praga al Manchester United, donde no brilló y solo
duró una temporada. Patrik Berger fichó en el Liverpool, donde hizo una carrera exitosa. Nedved cambió el Sparta de Praga por el Lazio y empezó a
demostrar un potencial tremendo; en 2003 ganaría el Balón de Oro. También hubo casos de llegadas a la liga española. Kouba y Bejbl ficharon por el Deportivo y el Atlético de Madrid, respectivamente. Ambos no dejaron la huella que sí mostraron en la Selección, donde su recuerdo aún perdura, al igual que el de Nedved, Poborsky, Berger, Smicer, Kuka... Aquellos jovenes checos que revolucionaron Inglaterra en el verano de 1996.
Manuel Monfort Marzá
MotivaGoal
Twitter: @Manuelmonfort